Atolones: La Polinesia de coral

 


Desde el aire parecen charcos turquesa que resplandecen en el vasto océano. Son los atolones: islas de coral con forma de anillo más o menos circular u ovalado.

Los atolones, que sobresalen apenas por encima del mar, carecen de montañas, elevaciones y agua dulce. Encierran una laguna interior de agua marina —fuente del resplandor turquesa— en la que abundan peces de las más fantásticas formas y colores.

Parte o todo el anillo de coral está cubierto de islotes, uno o varios, chatos y de altura insignificante. Son los llamados motu: franjas de verdor en que crecen cocoteros y pandanos, y arbustos que gustan de los suelos salobreños y que no conocen nombres en español.

En dichos islotes vive el cangrejo cocotero. Puede alcanzar el metro de envergadura. Es cangrejo poderoso, que abre los cocos con sus pinzas, y también cangrejo raro, pues el adulto se ahoga en el agua. Más pequeñitos y mucho más abundantes son los cangrejos ermitaños; acarrean sus conchas sobre la arena y no le temen al agua.

En los atolones duermen y anidan aves marinas. Sobresalen por su abundancia los charranes cafés, piquituertos y blancos, estos de ojos como de tinta negra y que depositan un huevo en una rama horizontal, sin nido ni protección alguna. Alcatraces se ven en sus nidos en las copas de los árboles, y fragatas solo en el aire, porque son incapaces de caminar por el suelo.

Los atolones predominan en las islas Tuamotu. Varios son remotos y salvajes y más de alguno permanece deshabitado. Hoteles solo hay en Rangiroa, Tikehau y Tetiaroa; pensiones, en menos de veinte de las islas Tuamotu.

Foto: Atolón de Tupai, islas de La Sociedad © H. Itaru / Tahiti Tourisme

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